jueves, 31 de mayo de 2012

ACTO III: Primera Parte


Atlántida; Año 12000 a.C., aprox.


Los dos jóvenes se materializaron de nuevo en la Sala del Cubo, con aspecto cansado y sudoroso. Habían tenido la desgracia de toparse con un destacamento militar en medio de la Plaza Grande, justo antes de llamar a Arca y salir de aquella época de una vez por todas. El destino les había jugado una muy mala pasada, poniendo en su camino al verdadero doctor Schneider de las SS, que buscaba a aquellos impostores que habían suplantado su puesto unas horas atrás.

Los alemanes habían empezado a tirotear indiscriminadamente al aire, mientras los funcionarios escapaban. Media hora después, conseguían despistar a aquel pelotón de fusileros entre los estrechos callejones belgas. Todavía escuchaban hablar a los oficiales de reconocimiento 'arios', que solicitaban el apoyo de vehículos e infantería de la Blitzkrieg para dar caza a los extranjeros. Para entonces, sin embargo, Víctor y su compañero estaban fuera del alcance de miradas curiosas. Pronunciaron el código de escape de Arca al unísono, y sus cuerpos se desvanecieron en una suave brisa de polvo blanco.

Aterrizaron en el mundo que conocían. La sala seguía igual que siempre. De hecho, apenas habían pasado unos segundos entre las épocas. Allí el tiempo se medía de otra forma. Tal vez la Entidad Virtual supiera más al respecto, pero aquellos jóvenes tenían mejores cosas en que pensar. Sobretodo el funcionario de ojos cobrizos. Sabía que tenía que actuar deprisa si quería evitar las consecuencias de su crimen. Por suerte, tenía un plan.

“D” no siempre había sido un joven y prometedor abogado, fiel cumplidor de leyes. De pequeño, antes de ingresar en la Academia Militar y engordar las listas del Partido, el joven Allen subsistía en los guetos del extrarradio atlante con la ayuda de sus ágiles manos. Carteras, relojes, y todo lo que pudiera cambiar de manos en menos tiempo del que se tarda en contarlo, acababa en su poder, con algo de pericia y mucho más de suerte. El generoso sueldo de quienes le habían vendido el culo al “amado” Líder le había permitido dejar atrás aquella vida. Pero los hábitos nunca se olvidan.

Por eso, cuando Víctor y él se despidieron con un simple golpe en el hombro, el muchacho más joven e inexperto no pudo distinguir el tintineo de un pequeño objeto metálico deslizandose en el bolsillo interior de su camisa uniformada. Más tarde, si registraban a los miembros del Círculo implicados con la desaparición de Zero, encontrarían un pequeño llavero con una cruz de caballero en posesión del funcionario rubio. Al menos, le daría a Allen algo de tiempo.

Aquel era uno de los talentos del muchacho de pelo castaño, que todavía guardaba otro as en la manga. Tras cinco años dentro del “Sistema”, ya era capaz de predecir como actuarían los de arriba. Sabía que las redes del Gobierno caerían sobre él desde todos los ángulos, pero también conocía la forma de retrasar su avance. La mayor baza de la burocracia atlante radicaba en la conexión total de todos los departamentos con el Partido. Pero aquella, sin embargo, era también su gran debilidad.

Debía actuar de forma rápida y eficaz, pero sin precipitarse. Y debería canjear una serie de favores. No podía hacer esto solo. De modo que se dirigió a la habitación contigua a la sala esférica del Cubo. Allí se reunían los miembros del Círculo de Chronos, aquellos que ya habían termiado su misión. La mayoria todavía tardarían unos minutos en regresar, lo que podía equivaler a semanas, o meses en el “otro mundo”.
Ese era el tiempo de margen para salir de allí, mientras la presencia Virtual de Arca todavía estaba controlando las distintas misiones. Pero no podía limitarse a cruzar el ascensor de entrada. Las cámaras de aquel complejo podían grabar su imagen residual, lo que bastaría para que la centinela robótica captara las imágenes del interior de su mente, que habían sido recopiladas durante la misión. Solo había una opción, y era sabotear el sistema informático más complejo jamás inventado: Tenía que piratear a Arca.