lunes, 4 de junio de 2012

ACTO III: Tercera Parte


Aquella parte de la división de Chronos no se parecía a nada de lo que había en el resto del edificio. Incluso aunque aquel grupo actuaba en secreto bajo los cimientos del Ministerio de Justicia, el entramado subterráneo estaba claramente construido del mismo modo que la superficie, con aquellas paredes de marmol blanco y el suelo rugoso. Había columnas disgregadas por las habitaciones, y todas se habían construido de forma circular, plana. Todas excepto la Sala del Cubo, que era esférica, abombada tanto en el suelo como en el techo. La otra excepción era aquella.

El pequeño santuario del Arquitecto estaba oculto en una pared cualquiera, que iba cambiando de sitio en las entrañas más profundas de aquel lugar. Solo Alpha sabía localizar la sala, y no había querido compartir el secreto con el sorprendido letrado. Allen distinguió una serie de engranajes adornando las paredes, girando en absoluto silencio, y supuso que aquel mecanismo era el responsable del movimiento de la estancia secreta. Un misterio dentro de otro. Los enrevesados recovecos de la burocracia eran algo inexplicable para el joven “D”.

También había monitores en aquel lugar, pero de un modo muy distinto a los que controlaba Arca en su habitación esférica. Los que rodeaban el Cubo dorado que visualizaba el tiempo eran más parecidos a espejos que a auténticos objetos electrónicos, de un material reflectante. Solo eran esferas pulidas diseminadas a lo largo de la habitación. Los que habían en esa habitación eran otro mundo completamente. Estos tenían un aspecto más... Caotico.

Resultaba aterradoramente fascinante seguir el movimiento de aquellos seres, si es que se les podía dar la distinción de algo más que simples “cosas”. Estaban animados de algún modo, y se movían de forma estrafalária, apoyados en sus robóticas pinzas de araña. En lo que debería estar el torso y la cara del insecto, había un objetivo, como el de una cámara de fotos moderna. Ampliaba y reducía constantemente sus lentes (Tres lentes, al menos, sobresalían de unos apéndices, sobre el objetivo principal). Al cerrarse sobre unos párpados mecánicos, parecían ojos escrutadores.

Por lo demás, un conjunto complejo de engranajes, tubos y generadores conectaba de forma eléctrica a aquellos seres a la vida. Algunos parecían haber salido de una cadena de montaje, con una capa de pintura mate negra y pulidos hasta conseguir que sus piezas brillaran. Otros, la gran mayoría, parecían la obra de un excéntrico impresionista de arte moderno, o de un desquiciado con un trastero inservible y mucho tiempo libre.

Todos miraban directamente al joven intruso, y emitían alguna suerte de zumbido renqueante, como un enjambre. Se estaban comunicando. Lo que el funcionario ignoraba era lo que había venido a averiguar: Comunicando... ¿Con quién? Con cuidado, el muchacho fue caminando por aquella habitación que parecía un poliedro de varias caras, que cambiaba también conforme seguía su recorrido, variando entre distintas versiones de su construcción original.

Mientras avanzaba por el pasillo, el muchacho recurrió una vez más a su concentración mental para levantar un escudo kinético, que serviría para detener a los insectos mecánicos en el caso de que decidieran ponerse agresivos. Había cerca de cuarenta o cincuenta de aquellos engendros, de todas las formas y tamaños, y era facil pensar que sus afiladas patas de metal podían complicarle las cosas, llegado el momento.

-¿Asustado? -Preguntó una voz distorsionada, desde el altavoz de una de aquellas máquinas. -Una burbuja de protección, como un campo de fuerza. Muy interesante. Tú debes de ser Allen. Mis Golems podrían romper tu defensa. Bastaría con una carga PEM, una descarga electromagnética. El problema es que se destruirían entre ellos también, y son muy lentos de fabricar.

-Entonces diles que se porten bien. -Replicó el joven, hablando al aire. No redujo la fuerza de su escudo. -No vengo a causar problemas. Solo necesito...
-Ya se lo que necesitas, “Asesino”. -La respuesta de la voz pilló desprevenido al chico de ojos cobrizos. -No deberías sorprenderte. Arca lo ha monitoreado todo. Y lo que ella ve, también lo ven mis ojos. Después de todo, soy su creador. Por eso has venido.

-Sí. Como decía, necesito...

-Te he dicho que ya lo se. La memoria de Arca sobre lo que has hecho con Zero. -Incluso bajo el distorsionador de voz del Golem, el muchacho escuchó como su interlocutor sonreía. -Tienes suerte. Me caía mal ese sádico. Era un matón sin escrúpulos, y merece pudrirse en una fosa de mierda. Puedo ayudarte, “Asesino”. Y lo haré. Ahora vete. Deja que te muestre la salida...

Allen solo tuvo tiempo de mirar alrededor durante una fracción de segundo, tiempo más que suficiente para descubir que la puerta por donde había llegado ya no estaba. De repente, todas las máquinas se lanzaron de golpe a por él. El escudo funcionó, manteniendolas alejadas... Un rato. Después, el joven escuchó como su defensa se quebraba, y uno de aquellos insectos mecánicos disparó algo. Un dardo... No, una chispa. Lo último que sintió fue desplomarse, inconsciente.

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