lunes, 16 de abril de 2012

ACTO II: Segunda Parte


-¿Me está escuchando, 'Mein Herr'?

El muchacho se volvió sin apartar los ojos del oficial de la policía secreta. Los dos soldados uniformados se habían acercado al letrado de ojos castaños, y le miraban con abierta hostilidad. El joven abogado de la Rosa Negra entendía perfectamente aquella lengua (El haz de luz de Arca se había encargado de llenar su mente con aquella habilidad), pero el Ministerio no podía agitar una varita mágica para que su pronunciación fuera excelente. El único método para aprender era mediante la clásica y dura práctica, y aquel funcionario no dominaba tanto el idioma como Víctor.

Él tal vez hubiera podido enmendar la situación de forma pacífica, pero Allen seguía con la mente en otra parte. En su cabeza, las sienes le latían con fuerza, en un vano y desesperado intento de descifrar aquello que no estaba notando como siempre. El soldado de las SS, impaciente y contrariado al ver que aquel civil se dignaba a ignorarle, levantó el cañón de la ametralladora y repitió su mensaje, acompañando cada sílaba con un golpecito del arma contra el oído del joven.

-He dicho que me enseñe la documentación, señor. -Volvió a decir el alemán. -No hace falta recordarle que tengo la potestad de encarcelarlo de forma preventiva, 'ja?'. Tal vez Auswitch le ayude a prestar más atención a quien le habla, ¿No cree? 'Klar?'

Con seguridad, el soldado de las fuerzas del Reich esperaba que aquellas palabras bastasen para hacer temblar de puro terror a aquel joven. Sin embargo, el abogado solo despegó los ojos del hombre cano que tomaba el gofre para clavar una mirada fría, de acero, en aquel pistolero nazi. El germano le doblaba la edad, y era más alto y fornido que aquel muchacho de pelo castaño, pero se mantuvo clavado en el suelo por la fuerza de aquellos ojos metálicos, mientras el chico apoyaba la mano en el cañón de la MP40 y la apartaba suavemente de su vista al tiempo que hablaba.

-Me estás haciendo perder el tiempo y la paciencia. -Dijo Allen, frío. -Y no me sobra ninguna de las dos cosas. Ahora, apártate y vete por dónde has venido.

El soldado se quedó sorprendido por aquel desafío, y eso era exactamente con lo que contaba el atlante. Bastó ese segundo para zafarse completamente de su arma, y le propinó un golpe en la boca del estómago que le dejaría 'KO' un buen rato. Con lo que no contaba era con su compañero, más duro y sádico que el primer nazi, que había levantado su arma sin inmutarse por las amenazas. Cuando el repiqueteo de la automática inundó la habitación, Allen estaba agachándose sobre una mesa cercana.

Las balas silbaron sobre su cabeza, destrozando el cristal del escaparate, la puerta de entrada y gran parte de la pared que tenían enfrente. Antes de que la siguiente ráfaga fuera certera, el joven letrado saltó por los resquicios rotos de la ventana que daba a la calle. Tan pronto como advirtió a otros dos hombres en el exterior, descubrió que saltar había sido una mala idea. Aquellos tipos llevaban sendas bandas rojas alrededor del brazo derecho, y estaban lo bastante cerca como para advertirse la esvástica negra en sus brazaletes.

El aire se volvió denso mientras Allen se incorporaba. Una bala impactó a escasos centímetros de su cabeza. Entretanto, el simpatizante del partido nacional que se encontraba más cerca había desenfundado ya su Luger y apuntaba con ella casi a quemarropa hacia el pecho del muchacho. Se escuchó un único disparo, demasiado cerca para fallar, al tiempo que el abogado de otra época hacía un aspaviento con la mano, como si apartara de si una mosca que llevara tiempo incordiándole. El proyectil, desviado, impactó en una señal de 'Stop' cercana.

El pistolero nazi abrió la boca sorprendido, demasiado para seguir disparando, mientras el rostro del joven de ojos cobrizos se relajaba visiblemente. Tan solo fue una mínima fracción de segundo la que tardaron los soldados en reponerse de aquel hecho imposible. La bala que no debía haber fallado, no había acertado su blanco. Pero bastó ese momento para que el atlante reaccionase.

-Tenéis una última oportunidad de rendiros. -Dijo, sonriendo de forma amigable.

Mientras hablaba, el pasante del Ministerio de Justicia levantó sus manos de nuevo. Al mismo tiempo, el cargador de la Luger se desprendía de la pistola, justo mientras el tirador presionaba el gatillo, encasquillando el arma. La ametralladora MP40 del soldado de las SS voló de sus manos, mientras las piezas saltaban y se desperdigaban por la pastelería del belga. El último de los nazis (Sin contar al que había quedado inconsciente) trataba de extraer un puñal de una de sus botas, pero Allen fue más rápido. A una orden del muchacho, el cuchillo saltó de la pernera del alemán directamente hacia sus manos.

El joven miembro de la Rosa Negra respiró profundamente, mirando de forma intermitente a unos y otros. Si todo iba bien, los alemanes saldrían corriendo con el rabo entre las piernas, y él podría hacer lo que había venido a hacer. Ya se encargaría después de explicar al Ministerio el hecho de que hubiera tenido que usar sus poderes en público, y todo podría quedarse en un tirón de orejas. Pero... ¿Cuándo demonios habían salido las cosas 'completamente' bien?

Con aquel pensamiento en mente, el chico de la chaqueta de cuero apenas se sorprendió al ver aparecer un pequeño ejército de una docena o más de alemanes venidos de todas las direcciones, rodeando la pastelería. Todos iban vestidos con el uniforme de combate de las SS, y armados hasta los dientes. El muchacho trató de tranquilizarse y de mantener la cabeza fría. Había podido antes contra peores peligros, en peores situaciones. Levantó las dos manos, dispuesto a obligar a todos los nazis a soltar sus armas al mismo tiempo...

...No pasó absolutamente nada.

-Un poder interesante, el suyo. -Dijo una voz a su espalda. -Mover objetos con la mente y desviar las balas... Sí, sin duda. El Partido estará encantado de investigar este fenómeno.

Allen descubrió una nota extraña en la forma de pronunciar la palabra Partido. Como si no se refiriera tanto al gobierno nacionalsocialista de Hitler como a aquel al que pertenecía el propio joven. Pero eso era imposible. O... Y entonces el abogado se quedó de piedra al volverse sobre sí mismo para encarar a su interlocutor. Quién le hablaba no era otro que el trajeado miembro de la Gestapo que tanto le había contrariado a simple vista.

Y entonces lo comprendió. Aquello que le había llamado la atención inconscientemente con tanta fuerza. Aquello que le había mantenido en 'Shock' al entrar al establecimiento del belga. No era el atuendo del hombre, ni siquiera su pertenencia a la policía secreta alemana. Lo que le chocaba de su aspecto no era algo físico, relacionado con su ropa o sus formas, sino que era todavía más evidente: Aquel hombre... Tenía alas.

-Nunca cometas el error de creerte el único en algo, “Allen” -Dijo el oficial.

Aquellas palabras las dijo tan cerca del oído del muchacho que nadie más las escuchó. Fueron las últimas que escuchó el joven antes de que la culata de un arma impactara en su nuca, haciéndole perder el conocimiento. Mientras caía inconsciente pudo ver un símbolo en el antebrazo del hombre del pelo blanco, un tatuaje de tinta oscura que permanecía casi cubierto por el puño del traje. Pero el joven no necesitó verlo completo para saber lo que era: Una rosa de color negro...

1 comentario:

  1. Pensabas que no iba a comentar nunca verdad? pues siiii claro que cumplo mis promesas, pero, como pensé que tal vez mirarías esto al volver a casa, decidí no comentarlo anoche y que así FUERA MÁS SORPRESAAA!!!

    Ya sabes que me está gustando mucho, pero es verdad que ya le hacía falta alguna escenica de este palo que estaba empezando a ser muy tranquilo todo. Así que, aunque para mi gusto es demasiado gore, reconozco que queda muy bien :D Peeeroooo a este personaje le falta amor, que parece de hielo :D espero leer más muy pronto!

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